Ante la imbatible fuerza del poder del nuevo-neoliberalismo que se cierne sobre los seres humanos de a pie, que poco o nada tienen que ver con ello, lo apoyen o no, y que les quita todo como si no fuera de ellos, antes lenta pero inexorablemente y ahora rápida e imparablemente, me doy cuenta del necesario origen del mal: el contrato.
Yo, estudioso del derecho privado y sabedor y hasta cierto punto conocedor de esa rama de la ley tanto escrita como consuetudinaria, apunto esa palabra cada día que pasa con más recelo. Pues lo que un día fue un sueño llamado "seguridad jurídica", hoy es una pesadilla transformada en "inseguridad social". Pero ¿Cómo se transforman los sueños dulces en pesadillas amargas? Y más importante todavía ¿Quíen y por qué lo hace?
Vivimos tiempos fáciles para los líderes. Ellos son los verdugos de una sociedad vista para sentencia. Verdugos en los que descargamos nuestro cachito de soberanía popular registrada en nuestra Constitución Española, y a los que les damos (voluntariamente) el poder dictatorial de quitar, poner y de escupir si les place en nuestros derechos fundamentales, mandar o hacer mandar; arrastrarse como lagartos hasta los dueños de los miles de millones de euros creados a partir de nuestras propias deudas; de jugar con nuestra sangre, la de nuestros hijos y la de nuestros padres. Lidiar contra ellos es imposible, pues poco o nada les importan nuestras insignificantes vidas, problemas o riñas. El eslabón más débil de la cadena social es aquel que ostenta un puesto de liderazgo: tiene poder, tiene precio y está en venta. Al resto sólo le queda obedecer si no quieren sufrir todavía más de lo que ya sufren. Si, inevitablemente estamos gobernados tanto en nuestra sociedad como en nuestros trabajos (quien tenga la suerte o la desgracia hoy día de trabajar por cuenta ajena) por el UNO, el líder, el señor feudal, el eslabón más débil.